«La Maestra de mi Vida».

Iniciaré este gran movimiento, dándole el crédito a las mujeres mentoras por excelencia; que influenciaron y formaron a este gran equipo de mujeres facultadas, valientes, apasionadas, nobles y disciplinadas; que en muchas ocasiones con dolores, alegrías, consejos y palabras, nos dieron el ejemplo de seguir adelante en el camino de la vida. Podría escribir un libro completo, con capítulos de todas las vivencias y abundantes aprendizajes.

Mi historia inicia al conocer a una mujer genial, inteligente, carismática, sociable, centrada, sensata, servicial y muy ética. Su formación profesional es la profesión más poderosa del mundo, es maestra de vocación y profesión; inició laborando con niños de educación básica a su cargo, a los que educaba con disciplina, conocimiento, pasión por la lectura, enseñándoles a hablar adecuadamente y sobre todo con muchísimo amor.

Una vez me contó una historia, que en la celebración del día del niño en la escuela pública, se iba a comprar galones de sorbete y les regalaba un helado a cada niño o niña con historias realmente graciosas; me contó que había un niño que se formaba dos veces en la cola para repetirse y que le decía: “Seño, a mí no me ha dado” y con marcas en la carita del helado de fresa; eso a ella le causaba tanta gracia y satisfacción que pudo llevar un poquito de alegría a sus queridos alumnos, que los sacaba de sus esquemas y jugaba de vez en cuando con ellos, acto que no se lo esperaban de su maestra tan disciplinada y estricta; así era mi querida maestra, con disciplina, fuerza y amor absoluto.

Mi maestra me contó, que unas de las etapas que más disfrutó, fue con alumnos de tercer ciclo y bachillerato; me comentó que se había realizado, porque le permitió inspirar a sus alumnos a soñar, luchar por conseguir una mejor situación de vida y que les apasionara todo lo que hicieran en beneficio de las demás personas. Muchos de los alumnos de mi maestra estudiaban en las tardes o en la noche, por que trabajaban en la mañana, eran vendedores, obreros y comerciantes y dependientes de establecimientos; su maestra era su impulsadora más grande, siempre les decía: «Estudiando y teniendo conocimiento, podrán conquistar el mundo».

Recuerdo cuando yo tenía 25 años y fui a hacer un trámite bancario; estábamos haciendo cola para pasar a ventanilla cuando un hombre con corbata se le acercó y le dijo mi querida Maestra, se acuerda de mí; de inmediato la volví a ver a ella y mi Maestra le dice: Claro que sí mi querido Byron, ¿Cómo estás por aquí? De inmediato, su ex-alumno le dice: Maestra, permítame atenderla, vengase a mi oficina; nos ofreció un té y le exclamó: “Recuerdo maestra que le gusta el té, no es tan natural como los que usted toma, pero la intención cuenta. Byron me mira y me dice: «Ella cambió mi vida, me impulsó a seguir estudiando hasta que saqué mi bachillerato y me insistió para que aplicara a la Universidad Nacional y para concluir con éxito cuando salí de la “U”, pensé en ella como mi principal referencia; siempre me decía: ¡Sé que usted puede conseguir lo que quiera! Así que, le pedí una carta de recomendación y gracias a Dios ahora soy el gerente de la agencia bancaria y le prometo que sigo estudiando Maestra.

Cuando salimos del banco, con su rostro de «buen trabajo» me dijo: Él es una muestra que cuando se quiere se puede, él vendía plátanos en el mercado y era uno de mis mejores alumnos académicamente que cursaba por la tarde, hacía sus tareas con gran esfuerzo, aunque eran las mejores, su disciplina lo ha llevado a cumplir con sus metas.  Créanme yo ahí no estaba tan consciente de la lección de vida, solo respondí: ¡Ah sí! qué bien. Ahora que recuerdo esa anécdota, lo más poderoso que puedo identificar, fue el amor con que ella enseñaba y los guiaba a descubrir sus tesoros, sus talentos, su fuerza de voluntad para que formaran carácter y decidieran caminos más prósperos para ellos.

Mi maestra era una gran profesional, no me cabe duda de que aprendieron tantos conocimientos de ella, lo más importante que les enseñó es que podrían construir su propio destino con mucha disciplina, perseverancia, fuerza de voluntad y optimismo por vivir. Eso nos lo repetía todos los días, hasta que se nos adelantó.

Mi maestra a sus 59 años cuidaba mucho su alimentación, hacia ejercicios, una mujer que respiraba amor y servicio a los demás; jamás la vi caerse anímicamente, alegre, sana, tenía una piel que parecía porcelana fina, no podía imaginar por que a ella y porque no se podía levantar de esto, yo realmente no comprendía la misión de su vida.

Mi maestra partió de este mundo tan rápido que su fuerza de voluntad, alegría por vivir la sentimos hasta en su último suspiro, de hecho se fue un día después de mi cumpleaños número 29, tuve la oportunidad y gracia divina de compartir con ella esta etapa de reconciliación con su cuerpo, mente y alma; nos dejó muchos aprendizajes de vida, sin embargo la lección que recuerdo cada cumpleaños, es que su amor era infinito y su capacidad de dar y servir eran increíbles, ella me decía: ¡Cinddy, mi princesa! El día de mi cumpleaños, el 14 de octubre del 2001 a las 6:00 a.m. me llamó para colocarme las mañanitas y para decirme: Que Dios te siga dando más años de vida y seas feliz con todo lo que te dé este nuevo año de vida; mi princesa, no siempre las cosas son como nosotros queremos, debemos aprender a entender del por qué el universo permite ciertas situaciones y debemos sacar el mejor provecho de ellas; no importa cuántas veces hemos diferido, te amo profundamente y sé que te abrazaré cuando nos volvamos a ver en otro plano” y se fue a su cama porque ya no tenía fuerzas, esa noche de mi cumpleaños; hablé en oración con Dios para pedir un milagro.

El 15 de octubre de 2001 a las 5:00 a.m. se levantó decaída, expresando sus últimas palabras: Me hace falta el aire, me voy a la cama para que me pase; en ese instante entró en coma, cuatro horas después había partido, toda su familia y seres queridos estuvimos ahí con ella, les puedo asegurar que sentí cada respiro irse y en el momento de su partida, una suave brisa acariciaba mi rostro.

Ahí inició mi carrera de madurez, de conciencia profunda, mostrándome caminos, decisiones, situaciones que me harían más fuerte y con una preparación más grande del ser humano que era en esa etapa de mi vida. Comprendí que si recibí un milagro que mi maestra haya partido tranquila en su cama, rodeada de amor como un verdadero milagro; también fue un milagro en mi vida todo lo que me formó y las personas que tocó a lo largo de su existencia; realmente me preparó para vivir con su ejemplo, modelo de servicio y alegría para dar a los demás. Disfrutó de lo que hacía, siempre se mostró apasionada con su profesión y con todas las dificultades que tiene una mujer líder, fue feliz y cumplió con su misión de vida. Ese fue el milagro más grande que pasó, encontrar su verdadero propósito de vivir.

Mi maestra siempre está y estará presente conmigo, en las etapa de mis decisiones conscientes y no tan conscientes, por eso siempre realizo acciones más meditadas y consultadas con la almohada que he nombrado “Profundidad”; además, cada día me levanto con la inspiración de la gran mujer que me dió la primer mentoría de vida por más de dos décadas y que influenció en la mujer que soy ahora; mi querida maestra de vida Alicia. ¡Mi Madre!

Escrito por: Cinddy Fernández.

 

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Fecha: 15 de abril de 2020

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